sábado, 29 de septiembre de 2012

No hay nada mejor que Viena

Estoy en un apuro. Hoy es sábado. La semana ya casi ha terminado y no he escrito nada en el blog. ¿Qué hago?, ¿qué hago? Estoy atascado. Mi mente está taponada, obstruida, ¡no se me ocurre nada! Camino por la casa buscando inspiración, pero he aprendido que la inspiración no viene sola, hay que trabajarla. Me siento en la mesa del despacho. Enciendo el ordenador y miro el blog. NUEVA ENTRADA. ¿Qué escribo? El colegio ha comenzado, y cada día hay que estudiar más (Eso sí, sin agobios. Soy un hombre tranquilo)
¿Qué hago?, ¡¿qué hago?! Si no escribo esta semana perderé el ritmo, la rutina, y eso puede significar el final, el triste desenlace.... ¿Y si escribo sobre la vida en el colegio? No, demasiado típico, más adelante tal vez. Me pongo algo de música, pero no ayuda, Adele no me da ideas. Solo puedo hacer una cosa: huir del país. Sí, eso es lo que haré. En el cerdito tengo algo de dinero, cojo el martillo y me lo cargo, acabo con él.
Saldré corriendo de casa, correré hasta salir de la ciudad. Me montaré en un tren que me lleve hasta un lugar alejado, donde nadie pueda verme. Teruel, Teruel es el lugar perfecto. Allí me esconderé en... en...  ¡Cállate Adele, vete con el someone like you a otra parte!... ¿Por dónde íbamos? Ah si, Teruel. No. Demasiado arriesgado, está demasiado cerca... ¿Qué tal Girona? Allí podré dormir en algún sitio cerca del río Onyar. Espera... ¿Y si me despeino? No, demasiado arriesgado, aunque no estaría mal. Pero tiene que ser en algún lugar fuera de Esp... La península Ibérica... jeje... ¡En Austria!  Berlín, la capital de Austria. Es perfecto. Voy a buscar trenes en Internet  ¿Cómo? Se deben haber equivocado, aquí pone que la capital de Austria es Viena. ¡Menudo Fallo han tenido! Viena... jeje. Se han debido equivocar, querrían poner venía y han puesto Viena... pobrecillos. Pero bueno, yo a lo mío. Jo, me da pena irme. No puedo abandonar el tiempo loco de Zaragoza, los fines de semana en Teruel, los veranos en Girona, el día de navidad en Sant Cugat, las excursiones de Bronchales, el jamón, la familia, los amigos, el colegio, la Pilarica y tantas otras cosas buenas que tengo al alcance... Oye, que bien vivo. ¿Me voy a ir del país solo por no colgar una entrada? No. Yo me quedo donde estoy. Ya se me ocurrirá algo. Porque si hago este blog es para divertirme, y para que tú, si quieres, también te puedas divertir y entretener durante un corto periodo de tiempo.
Espera un momento... ¿Y si escribo sobre mi situación?. ¡Eso es!, ya tengo una entrada, pero... ¿Cómo la llamo?, ¿qué tal... No hay nada mejor que Viena? Sí, es perfecta. PUBLICAR. Voy a apagar el ordenador, pero voy a poner la página de renfe en favoritos, porque a lo mejor algún día ... Nunca se sabe, la semana que viene tengo que colgar otra entrada. Pero como dice el refrán... A quien madruga Dios le ayuda.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Como cada día


Como cada día Andrés García se levantó a las seis y media. Se aseó, se vistió, desayunó y cómo
cada día salió de casa a las siete. La puntualidad era su punto fuerte, no se retrasaba ni un
minuto. Como cada día a las siete y cuarto compró el periódico. Lo miró pasivamente, leyendo
solamente los titulares.

A las siete y media llegó al parque, y como cada día se sentó en el banco situado junto a la
charca. Como cada día, metió la mano en el bolsillo de su viejo jersey, y sacó unas migas
de pan. Empezó a alimentar a las palomas que se iban acercando. Como cada día, metió, a
las ocho se levantó, se quitó el jersey y se volvió a sentar. Cómo cada día, entre su vieja y
desgastada piel, se podía distinguir una leve sonrisa de despreocupación. Le gustaba ver la
gente pasar.

Como cada día a las diez en punto ya estaba de vuelta. Cogió la escoba y se puso a limpiar la
casa. Mientras limpiaba, iba cantando esa vieja canción que tanto le gustaba. Siempre con su
peculiar sonrisa.

Como cada día a las diez y media se sentó en su vieja silla de madera, pero ese día no se sentó
a dibujar. Cogió un folio y una pluma y empezó a escribir. A medida que iba escribiendo, se
le iba borrando la sonrisa de la cara. A las once y media terminó de escribir. Cogió los folios y
los introdujo con el singular cuidado con el que le caracterizaba en un sobre. Andrés se quedó
quieto. Una lágrima rodo por sus mejillas. Rápidamente sacó su pañuelo del bolsillo y se secó
la cara.

-Tranquilo, Andrés- Se dijo a sí mismo. Hizo un esfuerzo por recuperar la sonrisa.

Miró su reloj. Eran las once y treinta y cinco minutos. Iba cinco minutos tarde. Estuvo
leyendo cómo cada día hasta las doce y media. Se levantó guardo el libro y se dirigió hacia
su habitación. Se quitó el jersey y cogió una corbata. Se colocó la corbata frente al espejo,
mientras cantaba esa canción. Cuando hubo terminado miró sus ojos reflejados en el cristal. La
sonrisa volvió a desaparecer. Empezó a marearse. Se sentó encima de la cama.

-Andrés, no te vengas abajo. Eres fuerte, vamos. Levántate.- Se rascó la cabeza.- Venga,
llegamos tarde.

Salió de casa e intentó recobrar la sonrisa, cada vez le costaba más.

A la una menos cuarto llegó a su destino. Llamo al timbre. Un joven le abrió la puerta.

-Hola papá

-Hola hijo, ¿cómo estás?

-Bien, bien. Pasa, estoy terminando de hacer el arroz.

-No te preocupes, ve.- Mientras su hijo terminaba de preparar la comida entró en el salón.
Empezó a pasear. Mirando las fotos que había sobre la chimenea, esas viejas fotos que tantas
veces había visto ya.

Poco rato después estaban sentados en la mesa comiendo. Había un silencio incómodo.

-¿Qué tal en el trabajo?

- Bien, bien.

Silencio de nuevo.

-¿y tú?, ¿sigues pintando?- Esta vez fue su hijo quien preguntó

- Sí, cada día pinto un poco.

Cuando terminaron de comer se sentaron en el salón. El silencio era el mismo que el de la
comida.

-Papá

-Dime.

-¿por qué estás aquí?

- Explícate, no se a que te refieres.

-¿Por qué has venido?

-¿Qué?, ¿qué quieres decir? He venido a verte.

-¿A verme? ¿Estás cuatro años sin llamarme y de repente vienes a mi casa solo a verme?

- Mira hijo, quería estar contigo.

-¿Sabes? No me lo creo.

-Bueno, no se...

-¿Quieres algo más?

-No...

-Pues vete.

-Bueno, entonces me voy. Adiós.

-Adiós.

Cerró suavemente la puerta, acariciando el pomo. Salió a la calle. No miro el reloj, no le importaba qué hora era. Empezó a caminar lentamente.

Cuando llegó a su casa se quitó la corbata y se sentó en el sillón. De la mesa cogió ese sobre
que le había llegado el mes pasado del hospital. Cogió la carta que había escrito por la mañana
y se puso a leerla, una y otra vez. Como cada día a las diez y media se durmió.

-Señor García, siento la muerte de su padre

-Gracias.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Intentó agarrarse como pudo, se iba a caer. Finalmente se dejó caer, sin importarle la distancia que la separaba del suelo, ya no le importaba nada. Poco después llegó al suelo... Ese día empezó el otoño.

martes, 4 de septiembre de 2012

Diálogo espontáneo

Seguro que a más de uno le ha pasado que mientras va caminando por la calle decido a llegar a algún lugar del globo terráqueo con un objetivo claro, pensando en algún tema en concreto, o simplemente mirando el suelo procurando no caer al suelo, de repente alguien te interrumpe, te saca de tu mundo, te hace olvidar tus pensamientos más profundos.
- ¿Hola?, ¿Suglirresto?, ¿eres tu?- Te pregunta. Lo miras bien, no te suena de nada, jamás habías visto esa cara. O por el contrario, te suena de algo, pero no sabes de qué. ¿Un viejo amigo? No tienes ni idea, pero para no hacerlo quedar mal disimulas.
-¡¡¡¡¡ Heyyyy!!!! ¿qué tal?, ¿cuánto tiempo?, ¿como te va la vida?
-Muy bien, ¿y tú? Jo, que ilusión verte, cuanto tiempo sin vernos, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿4 o 5 años?- No entiendes nada, no sabes quién es, pero vas acumulando la información: hace cuatro o cinco años que no lo ves, esto puede serte útil. Sigue el rollo.
- Si, si, como poco, ¡Incluso seis años!
-Nooo, seis no, hace seis años yo todavía vivía en Madrid.
- Ah, es verdad. ¡Que tontería!- Otro dato más, lleva seis años viviendo aquí, antes vivía en Madrid.
- Oye, ¿y que tal el trabajo?, ¿a qué te dedicas ahora?
- Pues ahora estoy en un despacho, ya sabes, papeleo y esas cosas. ¿y tú?- Haber que contesta
- Yo sigo en lo mismo, de allí no hay quien me saque, jaja.- Vaya, ¿y ahora qué?
- Ah, es verdad que estabas en eso de... eso... ¿no?
- ¿Qué perdona?
- Nada, nada, estaba pensando en voz alta.
- Oye, ¿y qué haces por esta zona?, ¿vives aquí?
-Sí, aquí al lado, ¿y tú?
- Yo sigo en mi casa de siempre, no me he mudado ni nada, lo que pasa es que mi madre vive aquí al lado y vengo a verla cada día. ¿Te acuerdas de mi madre?
-¡Hombre!, claro queme acuerdo. Que mujer más buena... ¿Cómo está?
-Bueno, aguantado sigue con el problema ese... pero bueno.
- Ah, es verdad, lo debe pasar mal, pobre.
-Si, si... Oye tengo que irme, pero dame tu número y te llamo para tomar algo mañana.
- Eh... si. 555 343 752.
-¿Has visto mi móvil nuevo?
- Si, qué bonito, ya no tienes el de antes.
-Oye, mi móvil es 555 432 509.
-De acuerdo, gracias.- ¿Y ahora que pongo como nombre de contacto?
- Oye, pues te llamaré y te vienes a casa a tomar algo, ya sabes dónde es.
-Hombre, claro que sé dónde es.
-Bueno, pues me voy, oye que alegría verte he.
-Si, si. Bueno hasta mañana entonces.
Se ha ido, ¿qué hago? no puedo dejarle plantado, sabe dónde vivo, tiene mi móvil. Solo puedo hacer una cosa: hacer la maleta, coger todo el dinero del banco y huir del país.
En mi opinión es lo más sensato que se puede hacer en este tipo de casos.