El otro día leí en internet que el hombre es capaz de
producir 60.000 pensamientos en un
minuto. Ya que el puente de piedra mide 220 metros y caminamos a
una velocidad de 1,4
metros por segundo, podemos llegar a producir 142.200
pensamientos durante el tiempo que cruzamos dicho puente. ¿Pero de verdad
tenemos tantas cosas en la cabeza? El otro día decidí hacer una prueba. Cogí el
tranvía más cercano y llegué hasta la parada de las Murallas. Como instrumentos
para realizar mi experimento llevaba una pequeña libreta y un bolígrafo azul en
el bolsillo izquierdo; y dos bolígrafos más en el bolsillo derecho para
utilizar en caso de emergencia. Con dichos instrumentos quería apuntar uno a uno
los pensamientos que me venían a la cabeza durante el tiempo que tardaba en
cruzar el célebre puente de piedra.
Nada más entrar en el puente dirigí la mirada hacia los dos
guardianes de piedra que custodian el puente y saltó mi imaginación. Vi como
uno de ellos saltaba de su columna y
corría hacia la plaza en busca de algo que comer. Cuando el gran animal hubo
desaparecido volví la cabeza y seguí caminando, o al menos lo intenté, pues
estuve a punto de impactar con una abuela que venía en bicicleta. No pude
evitar pensar en las consecuencias que hubiera tenido el choque.
Unos metros más adelante recordé que en el año 1643 la parte
central del puente quedó destruido a causa de la gran riada y mi cabeza imaginó
como podría haber sido y qué pasaría si
ahora ocurriera lo mismo, pues durante estos días el Ebro ha estado crecidito.
Una de estas fuertes ráfagas de viento tan habituales en estas tierras
interrumpió mis pensamientos. Miré hacia
arriba y observé cómo se movía la farola. ¿Qué pasaría si se destruyera? Seguí
caminando y pensado.
Cuando llegué al otro extremo me senté en un banco y decidí
hacer un recuento: me faltaban 142.188 pensamientos. No lo entiendo.