martes, 17 de diciembre de 2013

Carta de Navidad

20 dic 2013
Querida mamá:
¿Cómo estáis?,¿qué tal en la vieja granja? ¡Cómo me gustaría estar ahora con vosotros! Mientras escribo estas palabras me vienen a la cabeza grandes recuerdos de la infancia: jugando en el campo con mis hermanos, escuchando a las tías hablar sin parar, las excursiones con papá para ir a buscar gusanos... Espero que esteís muy bien.
Me gustaría poder decir que estaré con vosotros  pronto, pero me temo que os estaría mintiendo. Ayer  vinieron a buscarnos. Todo ocurrió muy rápido. Estábamos un grupo de amigos tomando algo cuando entraron por la puerta tres tipos altos y grandes. Todos empezamos a correr pero al cabo de unos minutos ya nos habían subido al camión. Estábamos muy asustados. Ahora nos tienen encerrados en una gran sala oscura, nos dan de comer por la mañana y con eso sobrevivimos el resto de la jornada.
No sé cómo acabará todo esto. Un amigo me ha dicho que nos matarán a todos por Navidad. Me temo lo peor.
Si te llega esta carta de despedida, es gracias a un amigo que tiene un contacto.
Quisiera haberte enviado algo de ayuda, pero al llegar nos lo quitaron todo. Dale un gran eso a los hermanos y otro muy grande para ti.

Te quiero. Feliz Navidad.

Señor Pavo Jr. 

domingo, 27 de octubre de 2013

¡Eh, tú! artista

Para que nuestra cabeza esté sana y nuestra mente funcione es necesario que siempre tengamos una inquietud, una duda o un problema que nos haga reflexionar. No siempre han de ser problemas existenciales, sino pequeñas cuestiones, que, a raíz de un suceso cotidiano ha provocado desviar la mente de nuestras ocupaciones.
Mientras escribo estas palabras me estoy dando cuenta de que no es el principio más acertado en relación con el tema en el que quiero hacer hincapié, pero ya que he empezado de este modo voy a dejarlo así.
Anoche estuve viendo una película, August Rush. Narra la historia de un niño que, sin haber tocado un instrumento en su vida, es un prodigio musical. Poco después de que terminara, una de esas cuestiones tan discutidas asaltó mi mente:¿el artista nace o se crea?.
Mucha gente considera que un artista nace siendo artista, y otras muchas que un artista se crea a través de la experiencia. 
En mi opinión todo el mundo nace siendo artista. Nacemos con la capacidad de poder llegar a dominar un arte. ¿Y porqué hay tan pocos artistas? Por dos razones:
  1. La gente no lo sabe.
  2. La gente no se lo cree.
Todos somos capaces de hacer cosas grandes, pero muchas veces no las hacemos. Por eso te propongo, querido lector, que luches por buscar aquello en lo que puedes triunfar y que creas en ti mismo, que creas en que de verdad tienes un don.
Y como lo bueno, si breve, dos veces bueno, no digo más.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Conversando con un Emperador.

-Hola, Mi madre pisó un chicle.
- Hola, yo hoy he cruzado en rojo.
-Un día vi una ardilla.
- Te recomiendo que uses pijama de invierno.
Esta fue la conversación de Whatsapp que tuve el sábado pasado  con un amigo. Fue lo único que le dije en todo el día. Fue un intercambio de palabras totalmente inútil. Si esa conversación nunca se hubiera producido nada habría cambiado.
A lo largo de los siglos hemos ido evolucionado, como ya mencioné en una entrada anterior, para bien y para mal. No me quiero entretener en eso otra vez, simplemente quiero aclarar que este es uno de los factores negativos de la evolución. Antes, la gente era capaz de estar horas y horas hablando por teléfono contándose sus vidas y discutiendo diversos temas, pero actualmente no somos capaces de hacer eso, no somos capaces de mantener una conversación telefónica de más de diez minutos. Tal vez esto sea porque ahora no tenemos nada que contarnos. Si queremos hablar con alguien o si estamos aburridos cogemos el móvil y empezamos a escribir. Perdemos mucho tiempo realizando este ejercicio así que todo me lleva a una única conclusión: si tenemos pocas cosas que contarnos es porque hacemos muchas menos cosas de las que podríamos hacer.  Si no perdiéramos tanto el tiempo tendríamos más ocupaciones y así  más cosas que contarnos.
De vez en cuando realizo con amigos visitas a residencias de ancianos para acompañarles y hacerles pasar un rato agradable. Uno de los sitios de más frecuente actividad, se divide en dos grandes zonas, una para hombres y otra para mujeres. En la parte masculina vive un hombre que me resulta particularmente agradable. Se llama Amadeo Emperador y tiene 96 años. Cuando te ve entrar por la puerta de la sala de estar, se levanta con una agilidad sorprendente, se mete las manos en los bolsillos del pantalón y con un paso firme y elegante se dirige hacia ti. En su rostro lleno de arrugas descubres rápidamente una gran sonrisa.
-Buenos días muchachos.
-Buenos días Don Amadeo, ¿cómo está usted?
-Muy bien, gracias.
Normalmente, dicho esto, nosotros nos callamos y esperamos a que  formule su habitual pregunta. Amadeo tiene memoria a corto plazo o alguna enfermedad parecida, y siempre tenemos la misma conversación.
-¿Queréis que os cuente un secreto?
-Venga, hable.
- Yo soy un Emperador, un Emperador del mundo entero.
-¿En serio?
- Sí, Emperador de verdad, no de los de pega.
Dicho esto nos hace cinco o seis preguntas más y vuelve a presumir de su apellido. Es una persona divertida, entretenida y muy agradecida. Cuando nos disponemos a marcharnos se despide de nosotros agradeciéndonos el rato que hemos estado con él e invitándonos a volver. Sales contento de la residencia, con ganas de volver. Pero esta actividad no solo sirve como un mero entretenimiento. No, esta actividad te ayuda a pensar, te ayuda a aprender y te ayuda a escuchar. La última vez que estuve en esta residencia me dijeron que en su juventud, Amadeo trabaja en una conocida tienda de confecciones de Zaragoza, el Pequeño Catalán. Además de esto me contaron que Amadeo vivía con su mujer en la residencia desde hacía bastantes años, pero hace pocos años ella falleció. Aún hoy, algunos días, cuando Amadeo termina de cenar  se dirige al comedor femenino para ir a pasear con su esposa.
Según he oído, muchos psicólogos y médicos recomiendan a sus pacientes realizar frecuentemente actividades similares a esta.
Antes de terminar me gustaría poner otro pequeño ejemplo de lo beneficioso que resulta realizar esta actividad. Este verano estuve en una residencia similar a la anterior en Valladolid. nada más llegar, Isabel se me enganchó al brazo y me pidió que fuéramos a dar un paseo. Caminaba despacio, por lo que tardamos una hora en recorrer 100 metros. Me estuvo contando que ella no vivía en la residencia, pero que como durante el día no tenia compañía acudía allí para no estar sola. Era muy simpática y cariñosa. De todas las cosas que me contó una  me llamó especialmente la atención: en su infancia era la quinta de diez hermanos y vivía cómodamente en Jaén. Un año, por un motivo que desconozco, su padre tuvo que irse a trabajar a Valladolid dejando a su mujer y a sus hijos en su ciudad natal. La navidad de 1935, su madre decidió coger a los niños e ir a visitar a su querido padre. Me contaba que fueron unos días casi mágicos, que nunca había visto a su madre tan contenta. Pasadas las vacaciones volvieron a su ciudad, pero acordaron pasar aquel verano en Valladolid. Y así fue, cuando llegó el verano, cogieron sus maletas y regresaron. Ese verano empezó la guerra. Su padre perdió el trabajo y no podían regresar a Jaén. Ella misma me contaba cómo hacía los zapatos de su hermano más pequeño con la trozos de la maleta y telas de las cortinas.
La historia me resultó muy entretenida e impresionante, pero lo que más me llamó la atención fue cómo contaba detalle a detalle todo lo que había sucedido 77 años antes. Esa cuando me fui a despedir de ella me dio las gracias por el rato tan agradable que le había hecho pasar.
En mi opinión, si  tal vez si dejáramos de perder el tiempo en nuestras cosas y nos dedicásemos a realizar con compañía actividades como estas, nos ayudaría a hacer cosas grandes y a poder iniciar una larga y entretenida conversación, pues de esto modo, ya tendremos un tema del que hablar.

sábado, 31 de agosto de 2013

¡Cuidado con Murphy!

Hace no más de un siglo, un ingeniero aeroespacial americano empezó a adquirir cierta fama por una teoría que está bastante presente entre la sociedad actual. Este hombre se llamaba Edward A. Murphy Jr, y enunció la conocida ley de Murphy. Esta ley se basa en el adagio siguiente:

Si algo puede salir mal, saldrá mal.

Una de sus aplicaciones más conocidas, usadas, experimentadas, vividas, sufridas y reconocidas es la que dice que la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla. Hay quien dice que este fenómeno es lógico debido al peso de la mantequilla, pero no es cierto.
Tal vez dicho de esta manera puedo parecer una persona pesimista y obsesionada, pero os invito que durante un cierto período de tiempo, sin dejar de realizar vuestras actividades cotidianas, procuréis estar más atentos a los sucesos de vuestra vida. Poco a poco os iréis dando cuenta de que el espíritu de Murphy sigue deambulando por las calles, los rincones, los locales y los lugares que frecuentas de tu pueblo, ciudad, región o país. E incluso me atrevería a decir que si por algún motivo determinado tienes que ir al extranjero, Murphy irá contigo.
Normalmente suelo llevar una libreta pequeña en el bolsillo para ir anotando ideas y pensamientos interesantes que vengan a mi cabeza. Poco a poco he ido recopilando  aplicaciones de esta ley, y considero que puede ser interesante escribirlos en esta entrada para que tú, querido y apreciado lector, los puedas reflexionar: 
  • De vez en cuando encuentras algo que hacía tiempo que no veías y lo guardas, pero cuando lo buscas para darle uso ya no lo encuentras.
  • Tienes el ascensor en tu planta, y estás aguantándolo mientras esperas que tu acompañante llegue. De repente, por el motivo que sea, se te ocurre dejar de apretar el botón. En ese preciso momento el vecino de abajo saldrá de su casa y cogerá el ascensor.
  • Estás haciendo cola para pagar en el supermercado, tu fila no avanza. Te fijas en que en la caja de la derecha hay menos gente y la cola avanza más rápido. Decides cambiarte, y de repente ves que la velocidad de tu fila se ralentiza y  en la que estabas al principio comienza a ir mucho más rápido.
  • Estás viendo la televisión y están en publicidad. Cuando ya llevas un rato sin que empiece tu película, serie o programa te empiezas a cansar y cambias. En ese preciso momento terminan los anuncios y empieza lo que estabas viendo.
  • Tal vez el más actual sea este. Estás hablando con un amigo por WhatsApp. Tú le dices algo y el escribe la respuesta. En la parte superior de la pantalla de tu móvil aparece escribiendo... Tú decides esperar hasta que termine, pero es demasiado lento y decides dejar el móvil. En el momento en el que dejas el aparato, tu amigo termina de escribir y te envía la respuesta.
Estas son algunas de las aplicaciones más comunes en mi vida. Tal vez a ti no te ocurra nada de esto, pero en mi opinión, el espíritu del amigo Murphy debe disfrutar mucho viendo sufrir a la gente su teoría.

domingo, 9 de junio de 2013

Evolucionar tiene una parte negativa

Resulta muy curioso cómo han evolucionado algunos inventos desde que se crearon. Al pensar en este tema, me viene a la cabeza un elemento que hoy en día es considerado fundamental. Un invento que poco a poco se ha ido introduciendo en nuestra sociedad hasta el punto de convertirse en algo tan necesario como los zapatos. Me estoy refiriendo al teléfono móvil. 
Actualmente existen cantidad de marcas y modelos de móviles con múltiples opciones y aplicaciones que hacen que el día a día sea más ameno y agradable (o eso es lo que pretenden hacernos creer). Podría hablar horas y horas sobre el gran cambio que ha producido este invento en la sociedad actual, pero considero que es un tema demasiado frecuentado. Por tanto, voy a centrarme en algo más concreto: las aplicaciones.
Existen una cantidad incalculable de aplicaciones. Muchas son de gran utilidad (como pueden ser "pedo sonido gratis" o "defensa para ataques de brujas" ) pero muchas otras son totalmente inútiles. Como su mismo nombre indica, la finalidad del teléfono móvil es poder usar el teléfono cuando estás fuera de casa, pero las aplicaciones han conseguido terminar con la industria de las cámaras fotográficas, la industria de las calculadoras, los calendarios, los mp3, las radios, los cronómetros... pero sobre todo están consiguiendo terminar con el papel. 
El otro día, al salir de clase, le dije a un amigo que me había comprado un nuevo libro. Cuando lo escuchó su rostro cambió por completo, y lleno de indignación me dijo: "¡Pero si te lo puedes descargar en el móvil gratis!". Sin ánimo de ofender quisiera decir que me resulta muy incómodo y agotador tener que leer un libro en el teléfono móvil.
Volviendo al tema principal de esta entrada, querría dedicar unas líneas a una de esas aplicaciones totalmente inútiles pero que son de las más descargadas: el "pou".
El pou no es ni más ni menos que una especie de tamagotchi al cual tú tienes que cuidar y alimentar. Dicho así parece una tontería, pero este juego ha obtenido más de 50 millones de descargas. Descripción según Play Store: ¿Tienes lo que se necesita para cuidar de tu mascota alienígena? Aliméntalo, límpialo, juega con él y obsérvalo crecer mientras sube de nivel y desbloquea diferentes fondos de habitación y trajes para disfrutar tú y tu pou. ¿Cómo vas a personalizar tu pou?
No hay nada más divertido que ver crecer a un pou. Es realmente apasionante. Me costó entender qué se necesita para cuidar a una mascota alienígena, pero al final comprendí que lo que hay que tener es tiempo. ¿Cómo saber si una persona tiene tiempo? sencillo: si tiene el pou en un nivel superior al veinte. 
Haciendo mi rutina habitual para ir al colegio, suelo parar frente a dos o tres semáforos (siempre y cuando estén en rojo). Cuando me quedaban pocos metros para finalizar el trayecto vi que delante mío había una señora de unos cincuenta años. Iba con el móvil y a un ritmo inferior al mío, por lo que me costó relativamente poco adelantarla. Al pasar por su lado mi mirada se desvió hacia la pantalla encendida que mantenía en sus manos. comprobé con sorpresa que estaba jugando al pou.
He llegado a la conclusión de que, a pesar se lo que se diga, si somos capaces de divertirnos con un estúpido juego inútil, también hemos de ser capaces de estar una semana entera sin usar el móvil. ¿Cómo?muy sencillo: buscando una alternativa. Un buen sustituto puede ser un amigo o un familiar. Vamos, no puede ser tan terrible, al fin y al cabo hemos vivido veinte siglos sin móvil.
                                                       Mi pou

domingo, 5 de mayo de 2013

La mente humana es incomprensible


El otro día leí en internet que el hombre es capaz de producir 60.000 pensamientos  en un minuto.  Ya que el puente de piedra mide 220 metros y caminamos a una velocidad de 1,4 metros por segundo, podemos llegar a producir 142.200 pensamientos durante el tiempo que cruzamos dicho puente. ¿Pero de verdad tenemos tantas cosas en la cabeza? El otro día decidí hacer una prueba. Cogí el tranvía más cercano y llegué hasta la parada de las Murallas. Como instrumentos para realizar mi experimento llevaba una pequeña libreta y un bolígrafo azul en el bolsillo izquierdo; y dos bolígrafos más en el bolsillo derecho para utilizar en caso de emergencia. Con dichos instrumentos quería apuntar uno a uno los pensamientos que me venían a la cabeza durante el tiempo que tardaba en cruzar el célebre puente de piedra.
Nada más entrar en el puente dirigí la mirada hacia los dos guardianes de piedra que custodian el puente y saltó mi imaginación. Vi como uno de ellos  saltaba de su columna y corría hacia la plaza en busca de algo que comer. Cuando el gran animal hubo desaparecido volví la cabeza y seguí caminando, o al menos lo intenté, pues estuve a punto de impactar con una abuela que venía en bicicleta. No pude evitar pensar en las consecuencias que hubiera tenido el choque.
Unos metros más adelante recordé que en el año 1643 la parte central del puente quedó destruido a causa de la gran riada y mi cabeza imaginó como  podría haber sido y qué pasaría si ahora ocurriera lo mismo, pues durante estos días el Ebro ha estado crecidito. Una de estas fuertes ráfagas de viento tan habituales en estas tierras interrumpió mis pensamientos. Miré  hacia arriba y observé cómo se movía la farola. ¿Qué pasaría si se destruyera? Seguí caminando y pensado.  
Cuando llegué al otro extremo me senté en un banco y decidí hacer un recuento: me faltaban 142.188 pensamientos. No lo entiendo.


martes, 16 de abril de 2013

Que pasa... ko

Desde hace varios años vivo en la capital aragonesa, Zaragoza. El otro día volviendo hacia mi casa me percaté de algo que nunca me había llamado especialmente la atención. Seguro que alguna vez os ha pasado que estáis mucho rato escuchando un sonido. Al principio es un bastante molesto, pero al final te acostumbras. Cuando ese sonido cesa, no nos damos cuenta. Como iba diciendo, el otro día iba caminando de regreso a casa. Eran pasadas las ocho y media de la tarde (aunque realmente el cuando y el dónde no importan). Al pasar por delante de un bar vi a dos chicos jóvenes, de unos veinte años. Iban con un pendiente por banda, vestidos con un chándal y una bolsa de deporte en la mano. Mientras uno bebía el otro hablaba con ese elevado y desvergonzado tono de voz que poseen la mayoría de los habitantes de esta tierra. No escuché el tema de conversación, pero mi cabeza no pudo evitar recibir ese constante sonido que procedía de la boca del hablante. Cada frase que pronunciaba terminaba con un fonema incomprensible.

-La verdad es que sí, ko. Yo no lo entiendo, ko, a mi ese pavo me pone nervioso, ko.

¿Ko? ¿Qué significa ko? Lo había escuchado varias veces, pero no se porqué ese día me llamó tanto la atención.
La primera vez que lo oí pensé que tal vez era el nombre de un perro, o el diminutivo de Conchita, pero que yo sepa ningún varón latino con veinte años, que lleve dos pendientes y que use un chándal y deportivas para ir a la universidad, tenga el grandísimo honor de llamarse Conchita. Poco a poco me he dado cuenta de que el uso de este término es bastante común entre algunos zaragozanos. A pesar de la abundancia de veces que he escuchado a alguien decir esto, aún no he logrado comprender su significado. Hace unos días, ayer sin ir más lejos, escuché que un compañero de clase usaba este fonema y me decidí a preguntarle.

- Álvaro, me he fijado que normalmente al terminar de decir algo adornas la frase con un "ko". ¿Lo haces voluntariamente o te sale solo?

Tampoco me esperaba una gran respuesta, pero quizá averiguaba algo: quién lo había dicho por primera vez, qué significaba o si lo usaban sólo unas personas seleccionadas por la Real Academia Española. Su respuesta fue breve y dudosa. Primero se rió.

-Pues no sé, ko, supongo que me sale sólo. La costumbre, ¿o que, ko?
- ¿Y qué significa?
-"Ko" significa... no sé, ko. No tiene significado.
-Pero cuándo lo usas, cuando estás contento , triste, enfadado...
-Siempre, me sale solo, ko.
-Ah, muy bien, gracias.
-De nada, ko, cuando quieras.

He llegado conclusión de que "ko" significa "ko". No sé si habrás visto una película que se titula Bienvenidos al Norte . En dicha película los habitantes no pueden evitar pronunciar un fonema al terminar cada frase. este fonema es incomprensible. Pues bien, en mi opinión yo creo que con una clase de zaragozanos ocurre lo mismo, lo usan para que se les identifique con la clase social a la que pertenecen.

martes, 29 de enero de 2013

La peligrosa cámara de fotos

- ¡¡Pa ta ta!!
Seguro que todos hemos dicho esto alguna vez, y no precisamente por tener hambre.
El otro día escuché a alguien que decía que hay dos tipos de personas: las que salen bien en las fotos y las que salen mal. ¿Es eso cierto? En mi opinión sí. Cada fotografía es un mundo, detrás de cada una hay una historia. Seguro que muchas veces has oído hablar de esto. Pero yo quiero centrarme en otra cosa. Una duda que seguro que también te has planteado. ¿Qué tiene una cámara de fotos que puede causar tanta repugnancia y alegría a la vez? Hay gente que cuando ve este dichoso aparato huye, se esconde e incluso  corre con un bate de béisbol a acabar con ella. Pero aún es peor si quien sostiene la cámara es tu madre. Es horrible, te hace hacerte fotos hasta con las farolas. Por otro lado, como hemos dicho, hay quienes corren tras la máquina y ponen la sonrisa más artificial que les salga. Estos dos tipos de personas sólo tienen algo en común a la hora de ser fotografiados: dónde hay que poner las manos. ¿en los bolsillos?, ¿dejo que cuelguen?, ¿sobre el hombro del que está junto a mí?,¿y si estoy solo?. Se han visto casos de gente que ha llegado a cortárselas (En la mayoría de los casos sólo han podido cortarse una, porque a la hora de realizar dicha tontería  no tenían el modo de sostener la herramienta)
Pongamos que finalmente la foto ha salido maravillosa. Pasa un tiempo estás en el ordenador y te llega tu madre con un de esos álbumes que tanto le gusta desgastar, y te dice "mira que pequeño y que guapo estás." Tu miras la foto y tu primera impresión puede ser una sonrisa forzada, pero luego vuelves a dirigir la mirada hacia el trozo de papel que tu madre sostiene y piensas "¿Eso soy yo?". Siempre ocurre lo mismo. Te da la sensación de que estás muy gordo, feo , delgado, vistes fatal, parece que te acaba de atacar un oso, estás borracho... Te hace gracia pensar en el cambio. Pero luego piensas en lo que ha dicho tu madre: "mira que guapo estás".
-¿Me estás llamando feo?
-No, ahora también estás muy guapo. Lo que pasa es que en la foto estás más gracioso.
Da igual lo que digan, siempre lo arreglan, tienen ese poder.
Dicho esto, en mi opinión, tendría que volver el retrato pintado sobre la chimenea, porque así seguro que no salimos con los ojos cerrados.

lunes, 7 de enero de 2013

Número 7, portal 3

-¿Es aquí?
-Sí, seguro, número 7 portal 3.
-Bien, saca la llave y no hagas ruido.
Sigilosamente sacó un llavero del bolsillo y empezó a buscar una llave.
- ¿La tienes?
-Sí, es esta.- Rápidamente introdujo la llave en la cerradura y con un movimiento de muñeca abrió la puerta. La noche era frío, y cuando entraron notaron un plácido sentimiento de satisfacción.
- Bien, yo creo que es en el salón, pero buscar por todas las habitaciones.
Después de media hora salieron con cara de satisfacción de la casa.
-¡Mamá!, ¡mamá!, ¡despierta! ¡Han venido los reyes!