miércoles, 29 de enero de 2014

El olor de la tristeza

Nueve de la tarde, con las últimas fuerzas del día consigues arrastrar tu cuerpo hasta el portal de casa. Con un movimiento rápido metes tu mano en el bolsillo del pantalón y sacas las llaves de casa. Mientras sujetas el manojo vas buscando la clave indicada que introducirás en la cerradura para así, al fin, abrir la puerta que te resguardará del frío que inunda la ciudad cuando el sol termina su turno. Caminas lentamente hacia esa máquina que tantas veces te ha salvado la vida, el ascensor. Solo de verlo se te dibuja una sonrisa en la cara, pero a medida que te acercas hacia tu gran amigo, te das cuenta de que hay algo en él que no cuadra. Hay algo que no estaba esta mañana, ni ayer. Una sensación de agobio y opresión te invade rápidamente. Te temes lo peor. Cuando por fin estás a un palmo de la puerta metálica confirmas tus sospechas. Es un folio sujeto a la pared con una tira de celo, y con la tan odiada letra del conserje está escrito: ASCENSOR AVERIADO. POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
Coges fuertemente la barandilla y comienzas a subir las escaleras con una enorme tristeza, pero sin perder la dignidad. A medida que te vas acercando hacia el primer piso, tu olfato de roedor detecta un agradable aroma a bacon y huevos fritos. Solo de pensar en la sensación de mojar el pan tierno en la yema, se te hace la boca agua.
Sigues subiendo, tal vez con una sensación diferente. El agradable perfume se esfuma lentamente pero, antes de que desaparezca, por completo aparece otro olor tan gratificante: el olor a bizcocho recién hecho. Te imaginas partiendo lentamente con las manos el esponjoso bollo, mientras un hilo de vapor caliente sale de su interior empapando de paz y tranquilidad todos los rincones de la casa .
Ahora te sientes totalmente calmado. Subes las escaleras casi levitando, pero una tercera fragancia te hace poner los pies en el suelo. Reconoces ese olor, intentas subir más rápido para no tener que olerlo. Es inútil, ya has llegado al tercero. Muy asustado abres la puerta de casa. Te diriges hacia la cocina y ves a tu padre haciendo los bocadillos.
- Hola papá
- Hola, ¿qué tal?
- Muy bien. ¿Qué... hay... para cenar?
-Acelgas.

2 comentarios:

  1. Comprendo tu olor a tristeza cuando se trata de acelgas......a secas, porque refritas con unos trocitos de jamón y ajos laminados..¡es otro cantar!.
    Felicidades.

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  2. ¿Por qué la gente gorda come acelga?
    Porque acelgaza mucho. XD jajajajajjajajaj

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